Leo a Eduardo Lalo, Donde, p.123, relata su experiencia del
primer día del año, un jueves
transmutado en esa soledad exclusiva de los domingos, una mañana
silenciosa, post-resaca. Confiesa no puede escribir, hay algo monstruoso en esa atmósfera,una obra solo se construye
en la adversidad, no en un silencio cuasi seráfico. Leo a Lalo hasta que el
Rincón Tropical Deli de K-Mart se empecina en atosigarme, o debo decir
atosigarnos una vellonera digital, (no creo los demás sientan esta levedad de
una mañana apacible en un rincón no apto para la lectura o la escritura) y algo
inusual lo es también la propuesta musical en un viaje al futuro, me obsequian a Lana del
Rey y a Lorde en ¿clave de swing? Sí, definitivamente, la lectura de Lalo
adquiere ese giro del vértigo de una
isla en la invisibilidad en que leer en público es literalmente un acto de resistencia
del cual soy veterano. Curioso silencio, en curioso scenario a lo Edward Hopper,
curioso aquel retro Eduardo de las imágenes, relator de los espacios urbanos,
estudiados por este Lalo, Eduardo. ¿Leer o escribir, la ciudad y sus múltiples Donde?
sábado, 29 de marzo de 2014
miércoles, 29 de mayo de 2013
JESÚS, LUZ Y MISERIRCORDIA
Por: Mildred López Martínez
La cultura moderna y el hombre contemporáneo en su constante crecimiento en la sociedad actual lucha ante los constantes cambios por sobrevivir y lograr un bienestar más seguro. Las personas dentro de este modernismo y esta sociedad globalizada, muchas veces, pierden el sentido de la confianza, levantan toda clase de barreras y la vida se convierte en un laberinto. Es evidente, que se necesita ante esta actitud, una guía para poder encauzar lo productivo de hombre hacia una motivación más genuina que le satisfaga todo su ser y le conduzca hacia la felicidad y tranquilidad deseada. Ante las amenazas de perder toda cordura, valores y principios dentro del concepto del amor, la bondad y caridad; su desorientación lo lleva a optar por la racionalidad o a una búsqueda interna y profunda que juega con su destino, en algunas ocasiones. Su sentido de perseverar, de existir, se confunde y le hace perder su ruta correcta hacia dónde dirigirse. En este caso, el hombre pierde bondad, espiritualidad. Siembra y no cosecha. No comprende el por qué de muchas cosas básicas en la vida, es decir, del respeto a la vida misma y de los demás. Se convierte en un hombre ciego que no es capaz de ser generoso, ni de seguir lo que su corazón le dicta.
Ante esta miseria, cualquiera que se le acerca podría llenar sus expectativas; como también llevarlo a confusiones o desorientaciones que aumentan sus vacíos y lo llevan al fondo del pozo. Se pregunta hasta cuándo y cómo salir adelante. Quiere alas para volar bien alto. Abre los brazos, quiere encontrar respuestas y pierde, por su impaciencia. Sus decisiones no están alimentadas en la “verdad” y justifica sus actos para sentirse bien. Su sueño crece, cada vez más, y su anhelo por conocer o encontrar “ese algo” que no sabe definir constituye el inicio de su encuentro para terminar su vacío existencial. Su locura, no es locura; sino una reacción sincera que le exige su corazón, su espíritu. Pero el hombre olvida con facilidad algo básico que, a pesar de estar cerca, su propia ceguera lo hace imposible de alcanzar. Si pudiera sosegarse por un momento, darse una oportunidad, reflexionar y olvidar que el tiempo es tiempo. Encontrarse en su interior; es el primer paso, su verdadera “casa”, la que un día vino al mundo en forma de “amor”. Vivió entre nosotros, se sacrificó y nos dejó una puerta abierta “La Puerta de la Fe y la Verdad” y nos enseñó que el amor es algo que tiene que ser aprendido poco a poco a lo largo de la vida. Es la fuerza que nos mueve y nos hace crecer. Nos libera de la soledad, es la comunicación entre Dios y el hombre. El hombre tiene que aprender a caminar, a encontrar las huellas del “Maestro” y perseverar en el arte de escuchar; pues cada vez se tiene menos tiempo para escuchar a los demás y en los demás está la fórmula del “Amor”, la entrega y el camino hacia la vida y hacia la luz. La enseñanza de aprender a perdonar y aceptar las debilidades, devolver bien por mal es el segundo paso hacia la felicidad del hombre. Al aprender a dar “amor”, damos generosidad y sinceridad; como también al ser humilde encontramos al que nos dio la vida y nos regaló el principio y el inicio para nuestra plenitud eterna en un mundo de luz, paz y amor. Aún en el nuevo milenio sigue resonando, “y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?...” He aquí Jesús….luz y misericordia.
Por: Mildred López Martínez
La cultura moderna y el hombre contemporáneo en su constante crecimiento en la sociedad actual lucha ante los constantes cambios por sobrevivir y lograr un bienestar más seguro. Las personas dentro de este modernismo y esta sociedad globalizada, muchas veces, pierden el sentido de la confianza, levantan toda clase de barreras y la vida se convierte en un laberinto. Es evidente, que se necesita ante esta actitud, una guía para poder encauzar lo productivo de hombre hacia una motivación más genuina que le satisfaga todo su ser y le conduzca hacia la felicidad y tranquilidad deseada. Ante las amenazas de perder toda cordura, valores y principios dentro del concepto del amor, la bondad y caridad; su desorientación lo lleva a optar por la racionalidad o a una búsqueda interna y profunda que juega con su destino, en algunas ocasiones. Su sentido de perseverar, de existir, se confunde y le hace perder su ruta correcta hacia dónde dirigirse. En este caso, el hombre pierde bondad, espiritualidad. Siembra y no cosecha. No comprende el por qué de muchas cosas básicas en la vida, es decir, del respeto a la vida misma y de los demás. Se convierte en un hombre ciego que no es capaz de ser generoso, ni de seguir lo que su corazón le dicta.
Ante esta miseria, cualquiera que se le acerca podría llenar sus expectativas; como también llevarlo a confusiones o desorientaciones que aumentan sus vacíos y lo llevan al fondo del pozo. Se pregunta hasta cuándo y cómo salir adelante. Quiere alas para volar bien alto. Abre los brazos, quiere encontrar respuestas y pierde, por su impaciencia. Sus decisiones no están alimentadas en la “verdad” y justifica sus actos para sentirse bien. Su sueño crece, cada vez más, y su anhelo por conocer o encontrar “ese algo” que no sabe definir constituye el inicio de su encuentro para terminar su vacío existencial. Su locura, no es locura; sino una reacción sincera que le exige su corazón, su espíritu. Pero el hombre olvida con facilidad algo básico que, a pesar de estar cerca, su propia ceguera lo hace imposible de alcanzar. Si pudiera sosegarse por un momento, darse una oportunidad, reflexionar y olvidar que el tiempo es tiempo. Encontrarse en su interior; es el primer paso, su verdadera “casa”, la que un día vino al mundo en forma de “amor”. Vivió entre nosotros, se sacrificó y nos dejó una puerta abierta “La Puerta de la Fe y la Verdad” y nos enseñó que el amor es algo que tiene que ser aprendido poco a poco a lo largo de la vida. Es la fuerza que nos mueve y nos hace crecer. Nos libera de la soledad, es la comunicación entre Dios y el hombre. El hombre tiene que aprender a caminar, a encontrar las huellas del “Maestro” y perseverar en el arte de escuchar; pues cada vez se tiene menos tiempo para escuchar a los demás y en los demás está la fórmula del “Amor”, la entrega y el camino hacia la vida y hacia la luz. La enseñanza de aprender a perdonar y aceptar las debilidades, devolver bien por mal es el segundo paso hacia la felicidad del hombre. Al aprender a dar “amor”, damos generosidad y sinceridad; como también al ser humilde encontramos al que nos dio la vida y nos regaló el principio y el inicio para nuestra plenitud eterna en un mundo de luz, paz y amor. Aún en el nuevo milenio sigue resonando, “y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?...” He aquí Jesús….luz y misericordia.
Jesús… Luz y Misericordia.
Por: Mildred López Martínez
digo tu nombre,
dibujo tu presencia,
escucho tu voz,
y en lo profundo de mi alma
surge la paz,
la calma y el perdón.
…
Toma alas mi pensamiento
y danzo con el viento,
recorro senderos
y busco tu luz;
ese faro que alumbra
el inicio de un puerto
donde todos llegamos
en busca de tu aliento,
tu promesa infinita,
tu consuelo y tu amor.
…
Los que te conocen dicen,
que Tú eres el camino,
y que morada haces
en cada corazón,
que tu templo da vida,
el despertar a un mundo
de verdad y de razón.
…
Si el destino juega
con tus ilusiones,
y no te permite
que tengas la luz,
recuerda que un día
serás bendecido
si tiendes tu mano
con una plegaria
y al cielo le pides
que venga “Jesús”.
…
Jesús te aconseja
y quiere ser tu amigo,
dale hospedaje en tu corazón
y has que nazca en ti
la morada perfecta,
que sea la esperanza
a un futuro mejor.
…
A veces, me pregunto
qué pasa en mis hermanos
porque no te conocen
y ven tu gran bondad,
tan inmensa y sublime
que llena todo espíritu
y el cuerpo se transforma
y quita “ceguedad”.
…
Mi “casa eterna” espera allá,
en el alto cielo,
por mí y otros hermanos
que te han sabido amar,
que sembraron semilla,
recogieron cosechas,
brindaron primavera,
levantaron murallas
y fueron los soldados
ganando la batalla
contra la “Gran Maldad”.
…
Por tu misericordia
tenemos “Nueva Vida”,
y tus rayos de luz
son como manantiales
para saciar la sed,
el agua clara y viva
ante tantos lamentos
de un mundo desolado
de hermanos en desgracias,
rodantes en tormentos,
perdidos e ignorantes,
llenos de sufrimiento
por no tener la fe.
…
Hoy, hay una esperanza
según alumbra el día,
que nace con el sol
y como estrella brilla
dándonos la alegría
de una salvación
que un día en esa cruz
nos diste con tu vida.
Oh! Maestro divino.
Oh! Maestro de amor.
…
Mi Cristo está viviente
y lucha cada día;
al tenerte conmigo
las tristezas se van,
las heridas se sanan
y surge un nuevo cuerpo,
quedando en el pasado
la oscuridad, el desierto;
para encontrar caminos
hacia la nueva vida,
renovador descanso
promesa del Señor.
…
Sueño con ese día,
el encuentro en el tiempo
en que todos te aclamen
cuando te vean pasar,
y sentarme en los prados
como en los viejos tiempos
para que tu palabra
germine el alimento
que me lleve a los reinos
donde Tú siempre estás.
C 2013 MLM
El camino hacia Dios: la felicidad que buscas…
“Todos lo que hagas en bien para los demás, es terreno fértil para la felicidad” (MLM) Por: Mildred López Martínez
La riqueza del hombre está en su relación con Dios y su espíritu encuentra el verdadero sentido en la vida, si descubre a Jesús dentro de sí mismo como enlace a esa felicidad tan anhelada. Jesús es el símbolo de la liberación y la entrada a un “Nuevo Reino”, el del “Amor”. La palabra de Dios nos purifica y sella la nueva alianza. Por medio de Jesús, tendremos un nuevo espíritu, un camino, una luz y un corazón lleno de amor.
Jesús es el símbolo de agua viva, la nueva semilla que da los frutos del alma hacia la felicidad eterna. Es importante que el hombre entienda que Jesús es la fuente que nos lleva al Padre que nos ama y que desea lo mejor para sus hijos. Por tanto, conocer al Padre es mandato en el camino del hombre y tener la presencia del Padre y el Hijo en el corazón de los creyentes.
En cierta ocasión, el discípulo Felipe estando con Jesús le preguntó por el Padre: “Señor, muéstrame al Padre y nos basta”. Jesús le respondió: “Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe. El que me ha visto a mí ha visto al Padre” Jn (14, 8-9). “Yo y el Padre somos uno!” Jn(10,30). Entonces, afirmamos que Jesús “es el camino” y nadie va al Padre sino por él Jn(14,6); por otra parte: “Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo atrae” Jn(6,44.65).
Esta unión tan estrecha del Padre y el Hijo es la que tenemos que aprender y que sea guía en nosotros.
Es la obra que Jesús nos deja como fuente y luz; pues las palabras de Jesús son las palabras del Padre. Siendo así: “Si alguno guarda mi palabra, no gustará la muerte jamás” Jn(8,52). Todos los que creemos en el Padre y en Jesús, su Hijo somos los que permanecemos en su palabra, que es la “Verdad”. El amor de Jesús por su Padre es el ejemplo perfecto de la entrega para la salvación del mundo. El hombre conoce el mundo, lo que se encuentra en el, lo vive y cómo debe vivirlo. Conoce además, su corazón y sus necesidades, su sed, su vacío, que lo lleva a las acciones imperfectas, que mucha veces lo alejan de su verdadera misión y naturaleza en el mundo desafiante y lejos de la verdad.
Jesús, el Hijo de Dios, da su vida y la vuelve a tomar porque es el pastor que guarda y entrega su vida por sus ovejas para que éstas tengas vida en abundancia. Él mismo es la vida, la luz para no vivir en las tinieblas. El hombre tiene necesidad de esa luz; pues si queda “ciego” no podría vivir la alegría y el amor de Dios. La glorificación del Hijo es el paso de este mundo al Padre. Aquí se reafirma el gran Amor, verdad absoluta de nuestra existencia. La eternidad nos espera en la medida en que creamos en el Hijo de Dios pues “… para que todo el que crea en él tenga vida eterna…” Jn(3,14-16). El Hijo de Dios es el regalo que Dios ha dado a la humanidad.
La fecundidad del espíritu en los creyentes se garantiza en la unión de Jesús con el hombre: “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” Jn(15,5b). El hombre en ese caminar hacia Dios y su búsqueda hacia la felicidad debe comprender que ésta, la llevamos dentro de nosotros, ya que es un estado del espíritu que depende más de nosotros que de los demás. Es un potencial que podemos desarrollar ya que nace y viene en nosotros. La felicidad está muy ligada a las cosas sencillas, a la paz con que realizamos nuestro diario vivir, a la comunicación y armonía con nuestro entorno. Cada acción que te satisface en una puerta abierta a tu felicidad. La felicidad conlleva alegría y reconoce el amor divino. Una persona feliz denota en su rostro luz y brillo en sus ojos. La felicidad hay que valorarla dentro del arte de vivir. Es un don maravilloso que Dios quiso para los hijos desde que creó a Adán y Eva en el Paraíso. Quién ama a Dios y ama a sus hermanos abre caminos a la felicidad. Podemos decir que la felicidad es una fórmula compuesta de tres elementos: la esperanza, el positivismo y la fe. A esto, le agregamos la sabiduría, la tolerancia y las buenas acciones; pues quién siembra bondad, recoge amor.
El fruto del hombre es la fe, la esperanza que garantiza el amor y la paz. Jesús nos espera en su barca somos sus “Nuevos Pescadores”. Nos lleva con su palabra y su luz al verdadero camino. Él no tiene prisa, su bondad infinita es el oasis para muchos. Él está ahí, en espera. Nos extiende sus brazos, sólo hay que seguirlo al oír su voz cuando nos llama y nos dice con un inmenso amor “Sígueme”.
Por Mildred López Martínez
“Todos lo que hagas en bien para los demás, es terreno fértil para la felicidad” (MLM) Por: Mildred López Martínez
La riqueza del hombre está en su relación con Dios y su espíritu encuentra el verdadero sentido en la vida, si descubre a Jesús dentro de sí mismo como enlace a esa felicidad tan anhelada. Jesús es el símbolo de la liberación y la entrada a un “Nuevo Reino”, el del “Amor”. La palabra de Dios nos purifica y sella la nueva alianza. Por medio de Jesús, tendremos un nuevo espíritu, un camino, una luz y un corazón lleno de amor.
Jesús es el símbolo de agua viva, la nueva semilla que da los frutos del alma hacia la felicidad eterna. Es importante que el hombre entienda que Jesús es la fuente que nos lleva al Padre que nos ama y que desea lo mejor para sus hijos. Por tanto, conocer al Padre es mandato en el camino del hombre y tener la presencia del Padre y el Hijo en el corazón de los creyentes.
En cierta ocasión, el discípulo Felipe estando con Jesús le preguntó por el Padre: “Señor, muéstrame al Padre y nos basta”. Jesús le respondió: “Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe. El que me ha visto a mí ha visto al Padre” Jn (14, 8-9). “Yo y el Padre somos uno!” Jn(10,30). Entonces, afirmamos que Jesús “es el camino” y nadie va al Padre sino por él Jn(14,6); por otra parte: “Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo atrae” Jn(6,44.65).
Esta unión tan estrecha del Padre y el Hijo es la que tenemos que aprender y que sea guía en nosotros.
Es la obra que Jesús nos deja como fuente y luz; pues las palabras de Jesús son las palabras del Padre. Siendo así: “Si alguno guarda mi palabra, no gustará la muerte jamás” Jn(8,52). Todos los que creemos en el Padre y en Jesús, su Hijo somos los que permanecemos en su palabra, que es la “Verdad”. El amor de Jesús por su Padre es el ejemplo perfecto de la entrega para la salvación del mundo. El hombre conoce el mundo, lo que se encuentra en el, lo vive y cómo debe vivirlo. Conoce además, su corazón y sus necesidades, su sed, su vacío, que lo lleva a las acciones imperfectas, que mucha veces lo alejan de su verdadera misión y naturaleza en el mundo desafiante y lejos de la verdad.
Jesús, el Hijo de Dios, da su vida y la vuelve a tomar porque es el pastor que guarda y entrega su vida por sus ovejas para que éstas tengas vida en abundancia. Él mismo es la vida, la luz para no vivir en las tinieblas. El hombre tiene necesidad de esa luz; pues si queda “ciego” no podría vivir la alegría y el amor de Dios. La glorificación del Hijo es el paso de este mundo al Padre. Aquí se reafirma el gran Amor, verdad absoluta de nuestra existencia. La eternidad nos espera en la medida en que creamos en el Hijo de Dios pues “… para que todo el que crea en él tenga vida eterna…” Jn(3,14-16). El Hijo de Dios es el regalo que Dios ha dado a la humanidad.
La fecundidad del espíritu en los creyentes se garantiza en la unión de Jesús con el hombre: “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” Jn(15,5b). El hombre en ese caminar hacia Dios y su búsqueda hacia la felicidad debe comprender que ésta, la llevamos dentro de nosotros, ya que es un estado del espíritu que depende más de nosotros que de los demás. Es un potencial que podemos desarrollar ya que nace y viene en nosotros. La felicidad está muy ligada a las cosas sencillas, a la paz con que realizamos nuestro diario vivir, a la comunicación y armonía con nuestro entorno. Cada acción que te satisface en una puerta abierta a tu felicidad. La felicidad conlleva alegría y reconoce el amor divino. Una persona feliz denota en su rostro luz y brillo en sus ojos. La felicidad hay que valorarla dentro del arte de vivir. Es un don maravilloso que Dios quiso para los hijos desde que creó a Adán y Eva en el Paraíso. Quién ama a Dios y ama a sus hermanos abre caminos a la felicidad. Podemos decir que la felicidad es una fórmula compuesta de tres elementos: la esperanza, el positivismo y la fe. A esto, le agregamos la sabiduría, la tolerancia y las buenas acciones; pues quién siembra bondad, recoge amor.
El fruto del hombre es la fe, la esperanza que garantiza el amor y la paz. Jesús nos espera en su barca somos sus “Nuevos Pescadores”. Nos lleva con su palabra y su luz al verdadero camino. Él no tiene prisa, su bondad infinita es el oasis para muchos. Él está ahí, en espera. Nos extiende sus brazos, sólo hay que seguirlo al oír su voz cuando nos llama y nos dice con un inmenso amor “Sígueme”.
Por Mildred López Martínez
Sígueme
En tus profundidades
encuentro el camino.
Mi alma se desnuda
ante tanta belleza,
Es el camino exacto;
el que yo he escogido,
para bañarme en la aguas
ricas de tu nobleza.
…
Yo sé que Tú me esperas
y mi alma se inquieta.
Te prometo que pronto
jugaré yo contigo;
esa nobleza tuya
que me da tu grandeza
es mi llave a tu mundo,
mi fantasía, mi riqueza.
…
En la otra orilla está tu barca,
esperando algún día
que se llene de hambrientos,
de bondad y de amor;
de ese amor tan puro
que un día nos regalaste
al crear este mundo
para vivir mejor.
…
Tu abundancia de amor
es tu mejor tesoro,
que columpia en las aguas;
y como buen pescador,
esperando que todos
vengan a esta orilla,
te quedas pensativo
con la plegaria en boca
y el corazón ansioso,
esperando el perdón.
…
Gracias, por permitirme
No caminar en sombras,
poder fortalecerme
y siempre ver tu luz.
Brillar como una estrella,
ser apasible y cálida,
ser flor en primavera
y un pájaro que canta
trayendo la alegría
a todo corazón.
…
Ahora, soy el Àngel
que Tú me prometiste,
y el don que Tú me diste
se convirtió en amor.
Mi pesca será rica,
los frutos serán grandes,
y tu barca en espera
comenzará su viaje
por ese camino
que nos regalaste,
que diste con tu vida
para la salvación.
Por: Mildred López Martínez
Septiembre 20
jueves, 20 de septiembre de 2012
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